sábado, 3 de mayo de 2014

Premio SAMBORI Castellano 2014

Autor: Carles Liébana Zomeño
Edad: 15 años.
Curso: 4° ESO
Aclaración: Es mi hijo.

No fue nada fácil para María, no sabía cómo darles la noticia a sus pequeños mellizos. María era una madre soltera que había superado todos los baches con los que se había topado, pero esto la superaba por completo. Pablo y Javi, sus pequeños no se podían imaginar lo que su madre estaba a punto de contarles. María empezó: “Tengo una mala noticia, pero no soy capaz de explicároslo” comenzó a llorar, “Vosotros ya sabéis que últimamente, desde que me despidieron, estamos un poco justos de dinero”, Pablo, que veía como su madre estaba destrozada, se levantó y le dio un abrazo a su madre “No llores mama, ¿qué es lo que pasa?”, María continuó “Esa mala noticia de la que os hablaba… nos van a desahuciar”. Ninguno de los tres se atrevieron a decir nada, ni Pablo ni Javi se lo querían creer. Se produjo un silencio que se hizo eterno, hasta que Javi rompió esta incómoda situación “¿Por qué nos habías dicho nada hasta ahora?” “Lo siento, siempre pensé que no llegaríamos a este punto”.

Era imposible que ninguno de ellos lo hubiera pensado. Si nos remontamos 3 años atrás podíamos ver a María en sus primeros días de trabajo, cuando recibió la llamada en la que le comunicaron que al día siguiente podía presentarse en el estudio, que el trabajo era suyo. María era locutora de radio, y comenzó a trabajar en la emisora más importante de Valencia. En sus primeros meses solo se dedicó a hacer pequeñas colaboraciones en programas matutinos. A la audiencia le gustaba su trabajo, cosa que le ayudó a conseguir un puesto fijo el programa despertador. Todo le iba a pedir de boca, y la verdad es que se lo había ganado a base de esfuerzo. Pero nada es eterno, y todo cambió cundo se produjo un cambio en la dirección de su programa. El nuevo director era un hombre de unos 50 años, y defensor de la ultraderecha política.

 Una de esas mañanas, cuando todo parecía normal, el tema a tratar en su tertulia matutina fue el si era necesaria la monarquía en España. María, que era de ese tipo de personas que solo dice lo que realmente piensa, se preparó una serie de razones por las cuales España se evitaría el invertir dinero en una familia que simplemente tiene un valor representativo para el país. Esto se podría ver como un error, conociendo la posición de su jefe, pero a María no le importó y ese día dio todas sus razones, defendiendo sus ideales. Lo que no se esperara es que una cosa como manifestar la libertad de expresión le costara su puesto de trabajo.

Con María en el paro, la familia se tuvo que apretar el cinturón, pero María no estaba dispuesta a que sus hijos les faltara de nada.

Comenzó a realizar pequeños trabajos temporales, como cuando su padre le consiguió un hueco en su antiguo trabajo en la construcción. Pero María no aguantó, el menosprecio que sufría por parte de sus compañeros por el mero hecho de ser mujer, era algo inaguantable.

Por el momento, parecía que la familia podría salir adelante con estos pequeños trabajos que le aparecían a María como pensaban Pablo y Javi, pero no era así. María iba perdiendo la esperanza cuando se presentaba a entrevistas y luego no recibía ni una de las llamadas que le confirmara que el puesto era suyo.

Poco a poco María se fue quedando sin fondos, hasta el punto de no poder pagar las facturas. La impotencia que sentía cuando sus hijos le traían una autorización para alguna excursión o cuando le pedían algún libro que necesitaban y ella tener que poner alguna excusa a causa de no poder permitirse pagarlo.

Volveremos al principio de nuevo, Javi se levanta junto a su hermano y se abrazan “Saldremos de esta, estoy seguro”. Pablo rompió el emotivo momento “¿Pero cuándo?” “Eso ya no lo sé, pero será esta semana”, Javi se sorprendió, pensaba que aun tendrían tiempo “Pero… ¿Dónde vamos a ir? ¿Qué vamos a hacer? ¿Desde cuándo lo sabes?” “Javi, tranquilízate, todavía no lo sé pero no voy a permitir que os pase nada”.

Javi y Pablo se fueron a su cuarto, a intentar dormir, mientras María salió al balcón a fumarse un cigarro, lo había dejado pero la situación hacia que el cuerpo se lo pidiese, eso sí, tabaco de liar que es más barato. ¿Cómo era posible? “¿Qué he hecho yo?” pensó en voz alta. Al momento una idea fugaz se le pasó por la cabeza, podía ser una locura, pero a María le pereció una buena solución para ese momento.

Le dio la última calada a su cigarro y miró hacia el camión de la basura que recogía los contenedores desde su quinto piso. Tiró la colilla al suelo de la calle, hizo una profunda inspiración y subió a la barandilla. María sabia que la indemnización que recibirían sería suficiente para que sus hijos vivieran sin ningún problema junto a sus abuelos. En este momento el ruidoso camión de la basura retoma su marcha y se aleja de la vista de María, esta suspiró, “Va por vosotros” dijo. Cerró los ojos y se dispuso a saltar, pero justo en ese instante apareció Pablo y la agarró y la introdujo de nuevo en casa. María se quería morir, lloraba desconsoladamente, su cuerpo no podía más, la vergüenza que sentía le impedía mirar a su hijo a los ojos, estaba destrozada. Pablo, no sabía cómo reaccionar, acaba de ver a su madre intentar suicidarse, si llega a tardar un segundo más… no quería ni pensarlo. “¿Por qué mama?”, María no contestó y siguió llorando. El sonido del llanto de su madre despertó a Javi que corrió hacia ella, “¿Qué ha pasado?” pero tampoco recibió ninguna respuesta.

A la mañana siguiente, nadie se atrevió a preguntar nada, el silencio dominaba la casa por completo, y así fueron los siguientes dos días, María pretendía que todo fuera normal, pero era imposible. Pablo y Javi no fueron a clase esos días, no tenían las fuerzas necesarias, no sabían cómo enfrentarse al mundo después del batacazo recibido.

Los días pasaron hasta que llegó la visita que tarde o temprano llegaría, María que estaba en el sofá leyendo, se levantó, con sus ojos aguantando sus lágrimas, no quería llorar. Paró frente a la puerta, se frotó los ojos y abrió, pero para su sorpresa no eran los del banco, era su vecina, una chica joven que vivía con sus padres de unos 20 años, que sólo pretendía pedirle un poco de sal. Esta vio que tenía muy mala cara y le preguntó. A pesar de que en un principio María se negó a contárselo, tras la insistencia de Rita, así se llamaba su vecina, aceptó hablar del tema.

Hablar con Rita liberó por completo a María, aunque no solucionaba nada. “Pero… ¿Cuándo van a venir a desahuciarte?” preguntó, “Esta previsto que vengan hoy” “No te preocupes María, el barrio está contigo y te apoyará, estoy segura”, María no acababa de entender que tenía que ver el barrio en la conversación, Ana continuó “Pienso avisar a todos los vecinos y en una hora estarán todos aquí. Juntos conseguiremos que no puedan entrar”. Y así lo hizo, en media hora el barrio entero estaba en su puerta, y parte del barrio vecino también. María estaba emocionada y por fin pensamientos positivos pasaban por su mente, y era lo que más necesitaba. Pasaron unos veinte minutos y la gente seguía llegando para mostrar su apoyo, cuando llegaron Pablo y Javi que después de una semana, hoy sí habían ido al instituto. Vieron mucho alboroto y se acercaron rápidamente. No podían creer lo que veían, cientos de personas agrupadas con tal de defender el derecho a tener una vivienda digna. Los dos mellizos corrieron a besar a su madre, ahora ellos también pensaban que sí se podía.

Llegó el momento, la gente del banco ya estaba allí, dispuesta a dejar en la calle a una madre con sus dos hijos, pero se toparon con todo un barrio que estaba allí para impedirlo. Al ver la negativa de los vecinos a apartarse del camino, los del banco avisaron a la policía, cosa que tampoco sirvió de mucho, ya que los tres municipales que llegaron no daban abasto. La gente no paraba de gritar canticos en contra de los desahucios, y no pararon hasta que la gente del banco desistió.

María corrió hacia Rita, la abrazó y le dijo: “Lo hemos conseguido, y todo gracias a ti” “No, ha sido gracias a todos” chilló para que la escucharan todos los presentes, prosiguió “La lucha aún no ha acabado, pero con esto hemos demostrado que sí se puede, y que nunca podrán callar a la voz del pueblo”.

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